viernes, 22 de febrero de 2013

Diferencias que nos unen



Hay quienes necesitan  primero invertir en si mismos para luego volcar a los demás
Hay quienes necesitan sentirse queridos para poder  querer
Hay quienes necesitan  recibir  para poder dar
Hay quienes  necesitan llenarse para poder llenar

Otros necesitan invertir en los demás primero, para  volcar a luego a si mismos
Otros necesitan querer para aspirar a ser queridos
Otros necesitan  dar para querer recibir
Otros necesitan llenar para sentirse con derecho a  llenarse

Creo que  la vida es como un gran espejo que nos retorna todo lo que le demos. 
Sin la existencia de estos pares opuestos, unos sin otros no podrían llegar a completarse.

Intento a diario, no juzgar a los demás  actuar con alegría y sencillez, aceptando lo que viene, aprendiendo de cada vivencia, convencido de la necesidad del otro para poder seguir sintiendo que tiene sentido nuestra existencia, convencido de que la honestidad la sinceridad, el respeto y el amor aportan al universo, y que éste en su justa medida nos recompensará con estas mismas energías.

Reflexiones sobre vivencias, aprendizajes y emociones...

La historia de Eliahu.



En un oasis escondido entre los más lejanos paisajes del desierto, se encontraba el viejo
Eliahu de rodillas, al lado de unas palmeras datileras.
Su vecino Hakim, el acaudalado mercader, se detuvo en el oasis para que sus camellos
abrevaran y vio a Eliahu sudando mientras parecía escarbar en la arena.
-¿Que tal, anciano? La paz sea contigo.
-Contigo —contestó Eliahu sin dejar su tarea.
-¿Qué haces aquí, con este calor y esa pala en las manos?
-Estoy sembrando —contestó el viejo.
-¿Qué siembras aquí, bajo este sol terrible?
-Dátiles -—respondió Eliahu mientras señalaba el palmar a su alrededor.
-¡Dátiles! —repitió el recién llegado, y cerró los ojos como quien escucha la mayor
estupidez del mundo con comprensión. El calor te ha dañado el cerebro, querido amigo.
Ven, deja esa tarea y vamos a la tienda a beber una copa de anís que traigo conmigo.
-No, debo terminar la siembra. Luego, si quieres, beberemos...
-Dime, amigo. ¿Cuántos años tienes?
-No sé... Sesenta, setenta, ochenta... No sé... Lo he olvidado. Pero eso, ¿qué importa?
-Mira, amigo. Las datileras tardan más de cincuenta años en crecer, y recién cuando se
convierten en adultas están en condiciones de dar frutos. Yo no te estoy deseando el
mal, y lo sabes. Ojalá vivas hasta los ciento un años; pero tú sabes que difícilmente
podrás llegar a cosechar algo de lo que hoy estás sembrando. Deja eso y ven conmigo.
-Mira, Hakim, yo he comido los dátiles que sembró otro, alguien que no pensó en
comerlos. Siembro hoy para que otros puedan comer mañana los dátiles que estoy
plantando...Aunque sólo fuera en honor de aquel desconocido, vale la pena terminar mi
tarea.


-Me has dado una gran lección, Eliahu. Déjame que te pague esta enseñanza que hoy me
has dado de la única manera que puedo —y diciendo esto, Hakim puso en la mano del
viejo una bolsa de cuero llena de monedas.
-Te agradezco tus monedas, amigo.
Eliahu se arrodilló y tiró las semillas en los agujeros que había hecho mientras decía:
-Los caminos de Alá son misteriosos...Ya ves, tú me pronosticabas que no llegaría a
cosechar lo que sembrara. Parecía cierto y, sin embargo, fíjate lo que sucedió, todavía
no he acabado de sembrar y ya he cosechado una bolsa de monedas, la gratitud y la
alegría de un amigo.

Del libro Recuentos para Demian (J.Bucay)